En las últimas semanas he oído comentarios de todo tipo. Algunos de ánimo, reconfortantes, felicitándome por haber encontrado el amor y por tener a Dani a mi lado. Deseándome lo mejor y recordándome lo afortunada que debo de sentirme por estar viviendo algo tan maravilloso. Otros comentarios, la mayoría de ellos, me recuerdan que no todo es un camino de rosas. Me refiero a frases como "la distancia destruye las relaciones", "es muy difícil no poder estar a su lado" o "tarde o temprano será insostenible".
Esta entrada va dedicada a todas esas personas que me han recordado alguna vez que, lamentablemente, Dani vive a 535 kilómetros de mí. Aunque sé que, probablemente, ninguna de ellas la leerá nunca. No considero que se trate de comentarios ofensivos ni con malas intenciones. Reflejan la realidad, la misma que me lleva a reflexionar y a darme cuenta de una serie de aspectos que quiero compartir entre estas letras.
Sí. Es muy duro estar lejos de la persona a la que amas. Levantarte cada mañana y pensar que vas a pasar otro día sin él. Es muy difícil llevar una vida normal, seguir cumpliendo tus obligaciones, ir cada día a la uni (bueno...), salir de compras, dormir... Y pensar que todas y cada una de esas pequeñas cosas querrías hacerlas con él. Pero hay que aceptar que, por ahora, no es posible. Y hay que aguantar. Esa es la base de todo. Tener el valor suficiente y la paciencia como para esperar que pasen todos los días que faltan para que podamos estar juntos de nuevo. Cada minuto se hace eterno, pero finalmente llegará el momento en que nos reencontremos. Y los días o las horas en que estemos juntos, mirándonos, abrazándonos besándonos... Valen todo el sufrimiento y la agónica espera de los días anteriores.
Gracias a todo esto, me estoy sorprendiendo a mí misma, porque estoy descubriendo que soy mucho más fuerte de lo que pensaba. Con todo lo duro que es, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza el abandonar. No, ni de coña. No pienso rendirme. Y sé que voy a aguantar todo el tiempo del mundo, porque estoy viviendo lo más intenso y significativo que he vivido jamás. Y porque no puedo imaginarme ahora sin Dani a mi lado. No me cansaré de luchar.
Así que seguiré oyendo esos comentarios. Pero sonreiré al hacerlo y afirmaré con voz alta y clara que no me importa que vivamos lejos. Que la distancia no puede robarme la felicidad.
Esta entrada va dedicada a todas esas personas que me han recordado alguna vez que, lamentablemente, Dani vive a 535 kilómetros de mí. Aunque sé que, probablemente, ninguna de ellas la leerá nunca. No considero que se trate de comentarios ofensivos ni con malas intenciones. Reflejan la realidad, la misma que me lleva a reflexionar y a darme cuenta de una serie de aspectos que quiero compartir entre estas letras.
Sí. Es muy duro estar lejos de la persona a la que amas. Levantarte cada mañana y pensar que vas a pasar otro día sin él. Es muy difícil llevar una vida normal, seguir cumpliendo tus obligaciones, ir cada día a la uni (bueno...), salir de compras, dormir... Y pensar que todas y cada una de esas pequeñas cosas querrías hacerlas con él. Pero hay que aceptar que, por ahora, no es posible. Y hay que aguantar. Esa es la base de todo. Tener el valor suficiente y la paciencia como para esperar que pasen todos los días que faltan para que podamos estar juntos de nuevo. Cada minuto se hace eterno, pero finalmente llegará el momento en que nos reencontremos. Y los días o las horas en que estemos juntos, mirándonos, abrazándonos besándonos... Valen todo el sufrimiento y la agónica espera de los días anteriores.
Gracias a todo esto, me estoy sorprendiendo a mí misma, porque estoy descubriendo que soy mucho más fuerte de lo que pensaba. Con todo lo duro que es, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza el abandonar. No, ni de coña. No pienso rendirme. Y sé que voy a aguantar todo el tiempo del mundo, porque estoy viviendo lo más intenso y significativo que he vivido jamás. Y porque no puedo imaginarme ahora sin Dani a mi lado. No me cansaré de luchar.
Así que seguiré oyendo esos comentarios. Pero sonreiré al hacerlo y afirmaré con voz alta y clara que no me importa que vivamos lejos. Que la distancia no puede robarme la felicidad.