domingo, 25 de marzo de 2012

Echando la vista atrás...


Ya ha pasado un año.


Cierro los ojos y miles de momentos vividos se amontonan en mi pensamiento. No diré que este último año se me haya pasado muy rápidamente, porque no ha sido así. Y no es porque haya transcurrido con lentitud: todo ha evolucionado a su debido tiempo y de la forma adecuada.

Recuerdo perfectamente muchísimas situaciones pasadas, como si pudiera revivirlas a mi antojo en cualquier momento. Recuerdo con cariño los primeros días, los miedos e inseguridades. Recuerdo lo que significó dar el paso y lo orgullosa que estoy de que lo diéramos. Recuerdo cómo era mi vida antes de esto y no puedo más que afirmar que no podría volver a tal punto. En la vida se presentan muchas oportunidades de elegir. Tomar la decisión correcta no siempre es fácil, pero cuando compruebas que así ha sido no queda lugar para los remordimientos. Yo elegí empezar a compartir mi vida con la persona a la que amo. Elegí empezar a vivir los recuerdos del mañana. Y tejer con cuatro manos las telas de nuestros sueños.

Ha habido muy buenos momentos, pero también los ha habido muy duros. Encontrar el equilibrio y no perder nunca de vista el horizonte se convirtió en un auténtico reto. No borraría los momentos difíciles, pues en situaciones extremas es cuando afloran los auténticos sentimientos, dejando a la verdad desnuda. Estamos hechos de una mezcla de sueños y recuerdos. Pero aquí nos encontramos, en ese punto en el que podemos mirar atrás con una sonrisa y hacia adelante con esperanza. Sin dejar nunca de estar el uno al lado del otro.

Y seguimos estando aquí porque sabemos que hay muchas cosas pasajeras, pero que la esencia permanece. Las circunstancias han cambiado y seguirán siempre en constante cambio. El mundo se mueve ahí fuera, pero sabemos que lo importante nunca va a cambiar. Por mucho que cambie nuestro entorno. Aunque continuamente construyamos nuevos muros y nos pongamos viejas máscaras, lo que hay en el fondo es inmutable. Y crece cada día un poco más.

Estoy tan enamorada como lo estaba el primer día. Y no creo que eso pueda cambiar. Ni un año después ni dentro de mil eternidades.


lunes, 5 de septiembre de 2011

Legado


Genio. Único. Estrambótico. Transgresor. Valiente. Inigualable. Inimitable. Sublime. Leyenda. Historia. Rey. Rock 'n Roll.

Una lista de palabras que se queda corta para describir lo que fue y sigue siendo el gran músico tanzano Farrokh Bulsara, más conocido como Freddie Mercury. Fuente de inspiración para miles de personas. Admirado y querido alrededor del mundo por una legión de fans interminable, antiguos, y nuevos, sumándose cada día más a dicha adoración. Lo que hace que aunque no ande entre los vivos, brille entre ellos y siga presente día tras día entre todos los que amamos su obra.


Hoy 5 de septiembre se celebra que nació El Hombre hace 65 años. Mañana 6, al menos yo, seguiré celebrando y rememorando el grandioso legado que nos dejó: Su música.

martes, 9 de agosto de 2011

¿Felices y comiendo perdices?



Ese es el estado ideal de final de cuento de hadas que todos deseamos, pero que pocos afortunados pueden pregonar. Y es que, ¿por qué es tan difícil ser feliz?.  ¿Somos demasiado inconformistas?.  ¿Nos preocupamos demasiado de lo innecesario?. ¿Es el propio egoísmo y la avaricia lo que nos sume en la amargura y tristeza de no conseguir aquello que queremos?. Son preguntas que me he hecho a lo largo de mi vida, dejando atrás desgracias y desdichas varias, nunca me he sentido plenamente feliz. Siempre me ha faltado algo. Como se dice vulgarmente, siempre he cojeado de una pata. Nunca he sido capaz de decir alto y claro: “¡soy feliz!”. Con el pleno convencimiento de que realmente lo soy al cien por cien.

Tal vez podríamos relacionar la felicidad con la fuerza de voluntad, y con el dicho ‘quien la quiere, la consigue’(o versión corta: querer es poder). ¿Es que no luchamos lo suficiente?. O quizá debemos ser más contentadizos y hacer caso a que ‘la avaricia rompió el saco’. Porque, ¿cuándo es suficiente?. 

Deseamos y ansiamos tanto, que no caemos en la cuenta de que la felicidad si es compartida, es completa.  Personalmente, ahora mismo me encuentro en uno de los momentos de mi vida en los que me siento tan desgraciado como afortunado a la vez.  Una balanza que se inclina afortunadamente hacia este segundo lado. Ojalá todos los días me despertase con este pensamiento de valorar a las personas que tengo a mi lado, y no pensar en lo que me falta. Y es que hoy, sí puedo decir que soy feliz, y que voy a hacer lo posible para que los que me rodean, lo sean conmigo también.

viernes, 1 de julio de 2011

Efímero


Se dice por ahí que todo es pasajero. Todo tiene un nacimiento, una vida y una muerte. La relaciones humanas no son una excepción, pero no somos conscientes de ello hasta que esa muerte se produce efectivamente.

Cuando una persona consigue hacerse un hueco en nuestras vidas y llegamos a considerarla parte de nosotros, no nos paramos a pensar en que quizá mañana ya no estará. Cuando confiamos en alguien que confía en nosotros, pensamos que eso va a ser para siempre. Nadie espera que un ser querido le traicione, le abandone o le decepcione. Tú me quieres y yo te quiero. ¿Qué puede estropear eso?

Las pequeñas cosas del día a día nos van desgastando hasta el punto en que nos cuestionamos si realmente queremos a esa persona en nuestra vida. ¿Me llena? ¿Estoy dispuesta a soportar todo esto? Hay una frase que me parece muy dura, pero completamente sincera: "no soy responsable de las expectativas que has puesto en mí". Cuando esperas algo de una persona, convencida de que puede dártelo y no lo hace... No es culpa suya. Dicen que quién siembra recoge, aunque a menudo tenemos la sensación de estar recibiendo mucho menos de lo estamos dando. O de lo que creemos dar.

Cuando "lo malo" de una persona supera con creces a "lo bueno", quizá es el momento de plantearte un cambio. Cuando quieres a alguien, lo haces aceptando lo que no te gusta, los pequeños defectos, perdonando los errores y olvidando cuando es necesario. Pero en ningún caso es suficiente con querer a alguien. Yo puedo contar con los dedos de una mano a las personas a las que quiero tanto y me llenan de tal forma que podría soportar o perdonar prácticamente cualquier cosa que hicieran. Esas en las que confío ciegamente y sé que ni el tiempo ni la distancia podrá destruirnos. No creo en la eternidad, pero confío en algunas cosas llegan a su fin sólo con tu propia muerte.

De todo se aprende. De cada error, de cada traición y de cada decepción. No podemos vivir pensando en que quizá un día se haya acabado lo que tenemos. No podemos prevenirlo ni evitarlo. Y cuando pasa, sólo nos queda el recuerdo. El mismo que quizá algún día, no conservaremos. No me arrepiento de nada, todas las personas que han formado parte de mi vida y que ya no están dejaron su huella. Y gracias a todos ellos, ahora soy como soy. Y ya sea con dolor o no, salieron de mi vida. Y he sentido alivio, porque he comprendido que la mayoría de esas personas no podían aportarme nada más. Y que lo mejor es que cada uno siga su camino, de forma paralela, confiando en que no volveremos a cruzarnos y en que si lo hacemos, las heridas estarán cerradas.


"Algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud. "

Aristóteles



viernes, 15 de abril de 2011

¿Distancia?


En las últimas semanas he oído comentarios de todo tipo. Algunos de ánimo, reconfortantes, felicitándome por haber encontrado el amor y por tener a Dani a mi lado. Deseándome lo mejor y recordándome lo afortunada que debo de sentirme por estar viviendo algo tan maravilloso. Otros comentarios, la mayoría de ellos, me recuerdan que no todo es un camino de rosas. Me refiero a frases como "la distancia destruye las relaciones", "es muy difícil no poder estar a su lado" o "tarde o temprano será insostenible".

Esta entrada va dedicada a todas esas personas que me han recordado alguna vez que, lamentablemente, Dani vive a 535 kilómetros de mí. Aunque sé que, probablemente, ninguna de ellas la leerá nunca. No considero que se trate de comentarios ofensivos ni con malas intenciones. Reflejan la realidad, la misma que me lleva a reflexionar y a darme cuenta de una serie de aspectos que quiero compartir entre estas letras.

Sí. Es muy duro estar lejos de la persona a la que amas. Levantarte cada mañana y pensar que vas a pasar otro día sin él. Es muy difícil llevar una vida normal, seguir cumpliendo tus obligaciones, ir cada día a la uni (bueno...), salir de compras, dormir... Y pensar que todas y cada una de esas pequeñas cosas querrías hacerlas con él. Pero hay que aceptar que, por ahora, no es posible. Y hay que aguantar. Esa es la base de todo. Tener el valor suficiente y la paciencia como para esperar que pasen todos los días que faltan para que podamos estar juntos de nuevo. Cada minuto se hace eterno, pero finalmente llegará el momento en que nos reencontremos. Y los días o las horas en que estemos juntos, mirándonos, abrazándonos besándonos... Valen todo el sufrimiento y la agónica espera de los días anteriores.

Gracias a todo esto, me estoy sorprendiendo a mí misma, porque estoy descubriendo que soy mucho más fuerte de lo que pensaba. Con todo lo duro que es, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza el abandonar. No, ni de coña. No pienso rendirme. Y sé que voy a aguantar todo el tiempo del mundo, porque estoy viviendo lo más intenso y significativo que he vivido jamás. Y porque no puedo imaginarme ahora sin Dani a mi lado. No me cansaré de luchar.

Así que seguiré oyendo esos comentarios. Pero sonreiré al hacerlo y afirmaré con voz alta y clara que no me importa que vivamos lejos. Que la distancia no puede robarme la felicidad.


martes, 12 de abril de 2011

535


El mes de marzo pasado fue uno de los mejores de mi vida por muchas razones, pero para mí la más importante está estrechamente relacionada con este número.

Creo que una de las preguntas que más me había hecho en mi vida, era si alguna vez encontraría una persona que realmente valiese la pena conocer de verdad y con la que compartir mi tiempo. Si esa media naranja de la que tanta gente habla, existía también para mí. Alguien con quien reír, compartir gustos, pensamientos, sentimientos, planes, confidencias y hasta poder disfrutar del silencio tan solo mirándole a los ojos. Lo que nunca imaginé es que cuando llegase esa persona, como ha sucedido, la distancia sería un obstáculo, o tal vez sí lo hice, pero me negaba a que así ocurriese. Sin embargo, supongo que no elegimos de quien enamorarnos, simplemente lo hacemos y eso es lo que lo hace tan precioso y espontáneo.

Y es por ello tal vez, por amor, por lo que siento que estoy cambiando mi vida a mejor. Porque hasta entonces creo que fue algo que tristemente creí tener en ocasiones, y de lo que siempre carecí. Una razón para sonreír por las mañanas, alguien en quien pensar a cada momento y saber que siempre estará ahí, por muchos kilómetros que nos separen y horas de viaje insufribles, para apoyarme y brindarme su cariño en los días más nublados, las decisiones más difíciles y en los momentos más amargos.
Por esto, dando por hecho que compartir es un complemento de amar, comenzamos este proyecto juntos y espero que se prolongue durante muchísimo tiempo, ya que será una buena señal de que todo seguirá siendo tan increíble como hasta ahora.

¿Sobre qué escribiremos? Pues como se suele decir, sobre todo y nada. Lo que si me parecía importante era dedicarle estas primeras líneas a este número tan especial, el 535, la distancia que me separa de la persona a la que amo. Aunque seguramente sea el número que más me ha jodido la existencia estas últimas semanas, me hace recordar que si la felicidad fuese una droga, yo estaría muerto por sobredosis.