martes, 9 de agosto de 2011

¿Felices y comiendo perdices?



Ese es el estado ideal de final de cuento de hadas que todos deseamos, pero que pocos afortunados pueden pregonar. Y es que, ¿por qué es tan difícil ser feliz?.  ¿Somos demasiado inconformistas?.  ¿Nos preocupamos demasiado de lo innecesario?. ¿Es el propio egoísmo y la avaricia lo que nos sume en la amargura y tristeza de no conseguir aquello que queremos?. Son preguntas que me he hecho a lo largo de mi vida, dejando atrás desgracias y desdichas varias, nunca me he sentido plenamente feliz. Siempre me ha faltado algo. Como se dice vulgarmente, siempre he cojeado de una pata. Nunca he sido capaz de decir alto y claro: “¡soy feliz!”. Con el pleno convencimiento de que realmente lo soy al cien por cien.

Tal vez podríamos relacionar la felicidad con la fuerza de voluntad, y con el dicho ‘quien la quiere, la consigue’(o versión corta: querer es poder). ¿Es que no luchamos lo suficiente?. O quizá debemos ser más contentadizos y hacer caso a que ‘la avaricia rompió el saco’. Porque, ¿cuándo es suficiente?. 

Deseamos y ansiamos tanto, que no caemos en la cuenta de que la felicidad si es compartida, es completa.  Personalmente, ahora mismo me encuentro en uno de los momentos de mi vida en los que me siento tan desgraciado como afortunado a la vez.  Una balanza que se inclina afortunadamente hacia este segundo lado. Ojalá todos los días me despertase con este pensamiento de valorar a las personas que tengo a mi lado, y no pensar en lo que me falta. Y es que hoy, sí puedo decir que soy feliz, y que voy a hacer lo posible para que los que me rodean, lo sean conmigo también.

1 comentario:

  1. Es verdad que siempre hay una parte negativa que hace temblar la balanza, haciéndonos creer que su importancia es mayor que la de nuestra felicidad. Pero no siempre es así. Es mucho más fácil quejarse de una pena que sonreír con una alegría, pero nunca hay que olvidar que lo bueno, por poco que sea, esta ahí.

    Bonita entrada, te quiero :)

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